Adictos a la escritura
Les presento mi relato para el proyecto de San Valentín de Adictos a la Escritura. Es super cursi, ya os lo advierto jejeje.
El perfume del césped mojado de aquella mañana de invierno envolvía el parque. Sorprendentemente, a pesar de estar en pleno invierno, el sol templaba con su manto caliente a las personas que habían decidido salir a pasear. Los niños corrían y reían por todas partes y yo miraba la hora por tercera vez consecutiva… Beatriz había prometido que llegaría antes de las once, y ya casi eran las y media… Resoplé y levanté la mirada… Lo vi acercándose a mí, no me lo creía… Quería esconderme, pero él ya me había visto… Ángel se aproximaba a mí con una sonrisa en los labios, llevaba una rosa de color azul en la mano, adornada con un bonito papel blanco con corazones rojos.
Sentí un fuerte pellizco en el estómago, si no fuese porque apenas había cruzado dos o tres frases con él, diría que eran puros celos que se apoderaban de mí. Miré a ambos lados, rezando para que Bea apareciese de una vez, o en caso contrario, ocurriera una catástrofe tal que impidiera que aquel chico que me tenía completamente loca desde el curso pasado se pudiera acercar tanto como para que viera mi vestimenta. Miré hacia abajo y vi mi chándal color rosado y mis deportivas azules, esa mañana no me había esmerado demasiado al recoger mi pelo en una cola de caballo, ¡qué demonios! Con mi botella de agua y mi mp3 en mano, lo único que pretendía al salir de casa era ver a la arpía de mi amiga, que se retrasaba como nunca, para reunirnos como cada sábado en nuestro footing mañanero.
-Hola preciosa…
Levanté la cabeza y ahí estaba, miré a ambos lados para cerciorarme que esa frase iba dirigida total y completamente hacia a mí. Estaba muy guapo y deportivo: vaqueros ajustados, deportivas negras a juego con su camiseta negra, ceñida, dejando intuir las curvas de su pecho y abdomen.
-Hola -creo que lo susurré, porque mi voz no salía, me habían subido tanto los colores que me ardía la garganta.
-Feliz día de San Valentín.
-Eeee... ¿San Valentín? -Dios, ¡qué estúpida!… quién no sabía que hoy era catorce de febrero, día de los eternos enamorados… Había deseado tanto que él se acordara de mí este día… Había soñado cómo entraba en el aula cinco minutos antes de empezar la clase y él estaba escribiendo en su libreta. De pronto se producía un silencio abrumador, quizá provocado por mi minifalda vaquera y mi camiseta y botas rojas, que había elegido esa mañana… mi pelo estaba menos rebelde que nunca, y mi ligero maquillaje hacía resaltar el verde de mis ojos.
Entonces Ángel deja encima del pupitre lo que tiene en las manos y se levanta despacio… Se dirige hacía a mí… algo tímido quizás, pero podía descubrir su sonrisa, antes de tomarme las manos y posar un tierno beso en mis labios…
-Eeeooo… ¿Estás ahí? De pronto me di cuenta de que me había perdido en mis paranoias, escapando de la realidad… Ángel reía divertido, sus ojos parecían más azules bajo la luz del sol y sin duda, esa mirada templaba mi corazón… Miré hacia la rosa que tenía en la mano. “Una pena, seguro que esa flor es para cualquier tonta guapa de la clase”, pensé.
-Disculpa Ángel… feliz día de los enamorados… ¿Y bien? ¿Dónde está tu enamorada?
-¿No lo sabes? sonrió de forma pícara, poniéndome muy nerviosa. Intuía que me estaba tomando el pelo.
-Lo siento, no, agaché la cabeza.- Tengo que irme, he quedado con Bea para ir a hacer footing.
Me levanté del muro que rodeaba el parque, dispuesta a irme, pero noté su mano agarrar mi brazo.
-Bea no va a venir -susurró, casi no le entendí. Miré hacia él, con la idea de que aquel tipo no tenía nada mejor que hacer que tomarme el pelo esa mañana de sábado, mientras esperaba a su novia. Entonces noté que sus mejillas estaban ruborizadas-. Adriana, esto es para ti -me tendió la rosa azul. Entre las pequeñas plantas de color verde que la rodeaban, había un muñeco en forma de mariquita, de color rojo, que cargaba con un pequeño corazón y parecía feliz de hacerlo. Miré la rosa y luego a él, algo incrédula. Empecé a entender que Bea se había aliado con él.
-Eeeh, eeeeh…
Ángel me quitó la botella de la mano y la apoyó en el muro, luego la rosa y el mp3. Me miró un instante, envolviéndome con sus ojos azules.
-Si no lo hago ahora, no lo haré nunca… llevo desde antes del verano, deseándolo.
Sus manos pasaron a agarrar suavemente mi rostro, mi corazón se aceleró como un loco antes de que ocurriera… Sus labios se posaron sobre los míos, húmedos, calientes… En menos de un minuto, su lengua y la mía exploraban y se acariciaban una a la otra, uniendo nuestras manos y nuestros corazones bajo aquel sol radiante de catorce de febrero.